miércoles, 5 de diciembre de 2007

¿Qué queda de una comida?


¿Qué queda de una comida?
Nada, absolutamente nada. Sólo el recuerdo.


De esta afirmación vamos a partir para saber un poco qué nos queda después de una comida. En muchos casos son comidas bastante caras, que en tan solo un par de horas acaba. ¿Por qué merece la pena salir a restaurantes gastronómicos? Por el placer de la comida y por el recuerdo. A mí me resulta imposible olvidar el día en que llegué a Lagliole a comer en Michel Bras. Hace ya unos años, y sin embargo aún recuerdo los paisajes, la nieve, las piedras, el cartel de la entrada… Todo, desde los detalles del principio del día hasta el final.

Podríamos decir que nuestra memoria se divide en tres apartados como me decía Ligasalsas. Primero justo después de la comida, segundo los siguientes días y por último el recuerdo que nos queda unos meses o incluso años después.

Primera fase: Si la comida ha sido buena se tiene una sensación de euforia. Es el momento más importante ya que aún tenemos en nuestra cabeza, en nuestra boca y en nuestro olfato todos las experiencias, los sabores y los olores. Es bonito tomar fotos de nuestras salidas gastronómicas, guardar los menús e incluso hacer anotaciones. Como dice el Diletante muchas de estas experiencias se pierden, van al cubo de la basura. Gracias a un blog, ya sea privado o público para compartirlo con los “amigos virtuales” mantenemos todos esos recuerdos que se nos pierden, platos que nos emocionan pero no como para recordarlos quince años. Cuando la experiencia es buena tan solo deseamos volver a ese restaurante.

Segunda fase: Unos días o semanas después. Es un momento delicado, ya que empiezas a comparar y ya tranquilo y meditado la comida te das cuanta de esos fallos que no vistes gracias a la emoción del momento. Siempre recordamos varios platos del menú, pero ya empezamos a olvidar algunos. Recuerdo que tomé pichón en Bras, pero no recuerdo de que era la salsa ni la guarnición, ese plato no llegó a emocionar lo suficiente. Sin embargo hay platos que recuerdas perfectamente, algún olor te puede hacer recordar esa comida.

Tercera fase: Pasan los meses e incluso lo años y se ha perdido toda sensación organoléptica. Quedan los recuerdos. Recuerdo mejor la gargoulliou de Michel Bras que la cena de anoche. De hecho recuerdo como si fuese hoy cuando salía con mis padres a tapaear y pedían un plato de carabineros bien gordos a la plancha (hace 20 años los carabineros eran baratísimos) y pulpitos a la plancha, o la ensaladilla rusa de un mesón que ya cerró. Guardamos muchos platos de la infancia, pero de nuestras salidas gastronómicas menos. Son muchos platos, muchos restaurantes, muchos recuerdos, pero solo unos cuantos son los afortunados de persistir en la senda del tiempo.

Bueno, espero que opinéis que creéis que queda después de una comida y que recuerdos mantenéis de una comida especial. Igualmente curioso es esa misma pregunta a un cocinero ¿qué queda después de un servicio? Pero esa será otra entrada más adelante.
Agradezco la colaboración de Ligasalsas, Matemáticaspaladaryfogones, Pedro Martino y el Diletante.

1 comentario:

Carlos dijo...

Hay quizá en la tercera fase, un enaltecimiento de lo que comimos un día.

Y esas perdices, caracoles, judías con arroz, o carne de matanza son imbatibles.

¿Cómo batirse con un fantasma?